Por Ernesto Gutiérrez Pino
“Al Cobre hay que llegar temprano
porque lo bonito es ver la misa”, dijo el fornido chofer que culpó de su
retraso a los clientes de la Base de Ómnibus de Las Tunas, en este caso
trabajadores de Radio Victoria, que esperaban impacientes por su llegada para
hacer un recorrido histórico cultural
por Santiago de Cuba.
La gira incluía el Santuario de El Cobre, el Castillo San Pedro de la Roca del
morro, hoy museo de la Piratería, el antiguo cuartel
Moncada, y el cementerio Santa Efigenia, donde descansan los restos del
Héroe Nacional de Cuba, José Martí, pero que por la demora del viaje finalmente
no se pudo visitar.
A El Cobre se llegó con un sol
radiante y clima caluroso, típico del verano en Cuba, 17 de agosto de 2013, que
se hacía agradable con la fresca brisa
que batía bajo los almendros que hay al frente del parqueo, el cual se
encuentra por detrás del bellísimo templo
de adoración.
De lejos se escuchaban las últimas
palabras de la Santa Misa, por lo que algunos viajeros se desmontaron presurosos,
para recibir lo poco que quedaba por decir de un mensaje de paz, y otros menos
interesados aprovecharon a tomarse fotos de recuerdo.
Por la parte trasera de la monumental
edificación dos ángeles dan la bienvenida
y la impresión de custodiar del lugar; el de la izquierda con su mano derecha
extendida y su dedo índice apunta al cielo, en cambio meñique, anular y mayor, ligeramente
señalan hacia la tierra como para indicar que Dios está en todas partes y se
manifiesta de tres formas diferentes.
Cerca de la puerta de entrada los
lugareños venden piedrecitas, que algunos compran como un recuerdo y otros como
amuletos contra las malas influencias espirituales.
Dentro del Santuario imágenes de
Jesucristo indican doce momentos de sus sufrimientos como Dios hombre sobre la
tierra hasta su crucifixión. Al terminar la liturgia algunos creyentes se
dirigen hacia el Cristo crucificado, a la derecha desde la entrada, donde encienden velas y piden a Cachita, como
se le llama a la imagen popularmente, que interceda por ellos, los pecadores,
ante Dios padre.
En ese mismo recinto, hacia el
frente, una muestra de los más diversos objetos,
prendas, diplomas y grados militares, forman parte de una extensa colección
de promesas cumplidas por los creyentes como obras de su fe.
Detrás del púlpito, en lo alto con
su rostro casi indistinguible, la imagen de la Virgen de la Caridad de El Cobre parece que observa y bendice
toda la ceremonia cristiana, donaciones y ofrendas que allí se realizan.
Normalmente hay un sacerdote al
centro izquierdo del santuario. Este rosea agua sobre las cabezas y bendice a
los creyentes que se toman fotos simbólicas de un momento que consideran de
comunión con Dios, solo que esta vez el protagonista es el Rector de El Cobre,
conocido cariñosamente como padre Geño.
Del lugar no escapa un Cristo yacente, el cual representa a
Jesucristo muerto, tendido para su entierro, una vez crucificado y trasladado al Santo Sepulcro con
una herida en el costado derecho. Ante esa imagen se pueden ver algún que otro
peregrino pedir perdón, amor y esperanza para su vida.
Hay tanta fe cristiana que casi
nadie quiere regresar a sus casas sin pasar por la fuente del agua bendita,la cual se encuentra cerca de la puerta de
estrada, donde la Hermana Social María Pal, reparte el codiciado líquido unido
a un mensaje de paz para los que allí asisten.
Además, la pequeña y delgada mujer
explica el significado de la cruz de agua que los visitantes se hacen sobre la
frente para sentirse protegidos contra el mal y purificados de sus pecados.
“Únteme agua, únteme”, dice un
hombre desesperado como si se estuviera quemado por dentro y por fuera. Una vez
satisfecho su anhelo dice sentirse fortalecido en la fe y deja debajo de aquel techo
la carga que le atormentaba.
Ahora el creyente se marcha para
su casa donde le seguirá encendiendo velas y orándole a quien es considerada
Santa Patrona de Cuba por la Iglesia Católica Romana, pero que en el culto
sincrético de la santería afrocubana
tiene su símil en Ochún, deidad u
orisha del panteón Yoruba, quien se caracteriza por ser una mujer zalamera,
alegre y bailadora, cuyo color es el amarillo.
Por esta razón, es típico ver en
la carretera que conduce a El Cobre y cerca del Santuario a vendedores con
cajas de flores de ese color, preferiblemente girasoles, como ofrendas a la
Virgen de la Caridad, que en este caso podría ser venerada como Ochún por muchos
de los que así proceden.
También en la entrada del lugar se
pueden encontrar réplicas de imágenes de la virgen de los más disímiles tamaños
hechas de madera o yeso.
Así
que, en medio de toda esta simbología y significado que existen en torno a la virgen
católica o deidad afrocubana, lo que para los cristianos católicos es agua
bendita de una fuente, para espiritistas y santeros es agua implorada que
también protege y purifica.