Luis
Enrique Pérez Casaña se sintió como un hombre afortunado cuando el pasado 29 de
agosto cumplió cien años de edad. Un día
significativo para él y sus familiares. También para tantos tuneros que
tuvieron la dicha alguna vez de llamarle: Profesor.
Llegar
a esa edad es un gran privilegio del cual gozan muy pocas personas; pero este
centenario no se regodea tanto en su longevidad sino en sus aportes a la
educación en distintas regiones, por los cuales figura hoy entre los maestros más
prominentes de Las Tunas.
Respetado
por ser un hombre honrado y muy sabio hizo valer sus cualidades para el
magisterio en varios centros escolares de esta oriental ciudad,
fundamentalmente en las modalidades de clases nocturnas
en la Facultad Obrero
Campesina (FOC) que en una época tuvieron buena acogida porque representaron un
impulso en la preparación de los trabajadores que en ese horario podían dedicar
más tiempo a su superación.
Forjado
en una férrea disciplina, sonríe al recordar a quienes le enseñaron las
primeras letras y el modo en que lo hacían. Se enorgullece de haber contribuido
a la instrucción de muchas personalidades de la cultura cubana que ahora su memoria
no alcanza a detallar los nombres; aunque sí tiene presente su amistad con Rita Orozco y
con Rafael Gamboa, ambos pedagogos de reconocido prestigio.
Con
la huella que deja el paso del tiempo sobre los seres humanos, es su memoria un
constante ir y venir de imágenes y anécdotas. Cierto es que ha perdido
facultades. Ya no ve y casi no oye; pero sistemáticamente hace ejercicios
físicos, se vale por sí solo para realizar sus actividades diarias y entabla
conversaciones telefónicas y personales con la mayor naturalidad y coherencia.
En
su apacible cotidianidad se le ve sonreír a menudo y pareciera sentirse feliz
por el deber cumplido, porque sin dudas se reconoce hacedor de una obra grande
y linda, que de cierta manera sembró, cual semilla, en algún que otro habitante
de este terruño y un poco más allá.
Cumplir
un siglo se dice fácil; sin embargo representa un verdadero reto para la
mayoría. En tanto, para aquellos que alcanzan la meta deviene entonces una
mezcla de sorpresa, sano orgullo y agradecimiento.
Por
esta y muchas razones Luis Enrique Pérez Casañas celebró junto a familiares,
amigos y su esposa Esperanza con quien ha compartido más de seis décadas de su
existencia.
De
esta feliz unión nacieron dos hijos, que le han regalado tres nietas y estas a
la vez, dos bisnietos.
Cien
años vividos con sus altas y bajas; conforme con este regalo maravilloso que
Dios le hace al permitirle la gracia de la longevidad y satisfecho además
porque se entregó a una profesión que lo marcó para siempre.
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