Para los
cubanos, el barrio es una suerte de casa común, en la cual nos movemos
con entera confianza. Así solicitamos la ayuda del que vive al lado sin
ningún tipo de protocolo y hasta pedimos que nos cuiden un momento al
niño o a nuestros viejos para hacer alguna gestión imperiosa.
En
este espacio, crecemos, formamos nuestras propias familias, vemos
iniciarse en la escuela al hijo de fulanita, partir para el servicio
militar al de menganita y, para regocijo de todos, aquellos que hasta
hace muy poco anduvieron haciendo travesuras se presentan ahora como
hacedores de los más diversos oficios y profesiones.
Con tristeza
recibimos entonces la noticia de la enfermedad de aquel que con
frecuencia pasaba frente a nuestra vivienda, nos duele la muerte de
algún conocido; sufrimos las desgracias ajenas como si fueran en carne
propia.
Pero en el barrio también encontramos a esos personajes
pintorescos, criticados y queridos: las chismosas, los pedigüeños, los
huraños y confianzudos, los entusiastas y los apáticos.
Es allí
donde no parecen existir secretos para nadie: sabemos al dedillo de los
problemas conyugales de tal o más cual pareja, de los "dolores de
cabeza" que dan los muchachos, de proyectos y fracasos, en fin.
Son
estas particularidades las que convierten al vecindario en una
prolongación del hogar y hacen crecer el cariño entre unos y otros a
pesar de algunos conflictos y sinsabores.
Cierto es que no todo
es color de rosas, pues a veces tu hermano no es precisamente el vecino
más cercano y que este entorno dista de ser el paraíso de armonía y
feliz convivencia que soñamos tener.
Por ello duele cualquier
atisbo de amenaza a la tranquilidad que en este contexto disfrutamos.
Cuando, por ejemplo, ganan el irrespeto y la desconsideración, sea en el
orden personal o ambiental.
Definir el concepto de barrio
pudiera ser tarea difícil en cualquier latitud; pero aquí nada tiene de
complicado si de raíces, recuerdos de la infancia y personas serviciales
y bien dispuestas para tender una mano se trata.
Vale entonces
preservar este lugar que tanta nostalgia provoca entre quienes se
alejan, no solo de los suyos, sino de una gran familia que se ha dado en
llamar: la gente del barrio.
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