sábado, 28 de septiembre de 2013

La gente del barrio

Para los cubanos, el barrio es una suerte de casa común, en la cual nos movemos con entera confianza. Así solicitamos la ayuda del que vive al lado sin ningún tipo de protocolo y hasta pedimos que nos cuiden un momento al niño o a nuestros viejos para hacer alguna gestión imperiosa.

En este espacio, crecemos, formamos nuestras propias familias, vemos iniciarse en la escuela al hijo de fulanita, partir para el servicio militar al de menganita y, para regocijo de todos, aquellos que hasta hace muy poco anduvieron haciendo travesuras se presentan ahora como hacedores de los más diversos oficios y profesiones.

Con tristeza recibimos entonces la noticia de la enfermedad de aquel que con frecuencia pasaba frente a nuestra vivienda, nos duele la muerte de algún conocido; sufrimos las desgracias ajenas como si fueran en carne propia.

Pero en el barrio también encontramos a esos personajes pintorescos, criticados y queridos: las chismosas, los pedigüeños, los huraños y confianzudos, los entusiastas y los apáticos.

Es allí donde no parecen existir secretos para nadie: sabemos al dedillo de los problemas conyugales de tal o más cual pareja, de los "dolores de cabeza" que dan los muchachos, de proyectos y fracasos, en fin.

Son estas particularidades las que convierten al vecindario en una prolongación del hogar y hacen crecer el cariño entre unos y otros a pesar de algunos conflictos y sinsabores.

Cierto es que no todo es color de rosas, pues a veces tu hermano no es precisamente el vecino más cercano y que este entorno dista de ser el paraíso de armonía y feliz convivencia que soñamos tener.

Por ello duele cualquier atisbo de amenaza a la tranquilidad que en este contexto disfrutamos. Cuando, por ejemplo, ganan el irrespeto y la desconsideración, sea en el orden personal o ambiental.

Definir el concepto de barrio pudiera ser tarea difícil en cualquier latitud; pero aquí nada tiene de complicado si de raíces, recuerdos de la infancia y personas serviciales y bien dispuestas para tender una mano se trata.

Vale entonces preservar este lugar que tanta nostalgia provoca entre quienes se alejan, no solo de los suyos, sino de una gran familia que se ha dado en llamar: la gente del barrio.

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