Berta
Maestre de la Cruz es una tunera reconocida y muy querida por su pueblo desde antes
y después de aquellos carnavales tuneros de 1954 en que fue
proclamada como Reina al obtener unos 77
mil 855 votos.
Algunos años han transcurrido hasta la fecha, sin
embargo, muchos siguen recordando a esta
carismática mujer, y cada vez que llega septiembre y el carnaval, siempre viene
al pensamiento esta noble maestra y musicóloga tunera, quien rememora:
“Mi padre no quería que yo me presentara al
concurso porque decía que estas elecciones traían problemas y que sus hijas
éramos reinas en la casa; no en la calle. Fue el pueblo por votación
mayoritaria el que me dio el título de Primera Reina del Carnaval. Para evitar
males mayores mi padre me había llevado para La Habana y luego no le quedó más remedio que irme a buscar.
Yo agradezco el cariño que me han demostrado porque
he sido una persona que me he llevado bien con todos, profesora de música por muchos
años; desgraciadamente ahora estoy inválida pero nunca me ha faltado una mano
amiga ni las atenciones y cuidados de mis seres queridos.”
Notable por sus excelentes cualidades humanas, Bertica
volvió a recorrer las calles tuneras, luciendo nuevamente hermosa en ocasión
del bicentenario de la fundación de esta ciudad, una “experiencia que me deparó
inmensas alegrías. Yo volví a desfilar, sentada en una especie de trono en la
carroza y me emocioné tanto… ya que la gente me saludaba con respeto y me
dieron muchísimas muestras de afecto”.
Su avanzada edad ya no le permite tales
atrevimientos, pero en su mente, quién
sabe cuántos paseos y desfiles aún le
faltan por emprender. Ahora desde la ventana de su casa colonial, sita en la
céntrica calle Vicente García, saluda a los que pasan y de vez en cuando les
ofrece una canción. Si es La Lupe, mejor,
pues esa es una de sus preferidas y de la cual guarda muy buenos recuerdos y
anécdotas, como la vez en que se le rindió homenaje a Juan
Almeida y ella fue convocada como intérprete.
“Fueron a mi casa
a buscarme unos compañeros a
quienes les habían dicho que yo cantaba muy bien y con tremendo
sentimiento La Lupe y que ellos
necesitaban que asistiera al velorio simbólico en el que el pueblo de Las Tunas le daba su último adiós al querido Comandante.
Enseguida les ofrecí mi disposición y les dije que
no tenían que pedírmelo, que para mí era un deber estar allí y rendir tributo a
un hombre que lo dio todo por Cuba. Les aclaré que ya no podía caminar, entonces me
llevaron en la silla de ruedas. Cuando llegué al Memorial me quedé mirando la
Imagen de Almeida y le canté con el corazón”.
Nuestra Primera Reina del carnaval, sigue fiel a su
tierra y a su gente, agradecida y feliz. En tanto los tuneros, le damos gracias
por su ejemplo de integridad y por ser poseedora de una belleza interior y
exterior que se refuerza aún más con el paso del tiempo.
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