“Que la dureza de estos tiempos no nos haga perder la ternura de
nuestros corazones”
En el taller de calzados de la
calle Colón, de esta ciudad de Las Tunas, a 690 kilómetros
al Este de La Habana, conocí
a Elvia Leyva Vázquez, quien realiza las funciones de recepcionista desde hace más
de 25 años en esa entidad. Me llamó sobremanera la atención el trato que esta
carismática mujer le daba a cuantos se
acercaban solicitando su ayuda; les explicaba detalles a los clientes, pasaba
un recado a los zapateros, respondía inquietudes mediante el teléfono…
Realmente quedé impresionada ante tanta destreza, y lo mejor, todo lo hacía del
modo más amable que usted pueda imaginar.
Enseguida pensé en dedicarle unas líneas resumidas en un trabajo
periodístico porque, aunque ese debe ser
el normal proceder entre los que trabajan directamente con el público en las
unidades de servicio, no siempre encontramos ejemplos tan ilustrativos.
Consideré que sería una manera de reconocer su labor; pero la idea se me distorsionó
al escuchar la conversación que sostuvo
esa compañera con el administrador de
allí.
¿Y la niña?- Le preguntó el directivo. Elvia, sin dejar de atender un
segundo a la clientela, le explicó que ya estaba para el hospital con su hermano;
que le harían la hemodiálisis al mediodía para dar tiempo a que ella fuera
a recogerla después.
Me estremecí solo de imaginar cuántas dificultades la agobiaban en su
hogar. Pensé en mis propios hijos y en las personas que emiten injustos
reclamos cuando se enfrentan a situaciones banales, tratando de culpar a otros
de sus adversidades o justificando así
sus comportamientos de mal gusto hacia los demás.
De vuelta a mi casa solo pensaba en sus comentarios, en su insistencia
en que lunes, miércoles y viernes a su niñita tenían que hacerle el mismo
tratamiento médico en espera de un trasplante. Si dependiera de mi -aclaró- ya
tuviera su riñón; pero el mío es incompatible y todavía no encontramos un
donante adecuado a pesar de los esfuerzos del personal médico. Gracias a mi
otro hijo mayor que la acompaña y así me ayuda bastante.
Ahora más que
destacar el buen trato que brinda a la población esta sencilla recepcionista, que
reconoce gustarle mucho su tarea; prefiero
agradecer y felicitar el
encomiable esfuerzo de alguien que, en medio
de los sinsabores de la vida, no pierde la ternura y es capaz de alegrar
el día de sus semejantes.
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