miércoles, 26 de junio de 2013

Una especial amistad

Lianet Jiménez Aguilar de 18 años de edad junto a su profesora Marbelis Aguilera Hernández.
Las Tunas.- Lianet Jiménez Aguilar tiene 18 años y presenta una discapacidad física y mental asociada a otros agravantes desde el punto de vista patológico. No obstante, esto no impide que reciba sus clases y aprenda hasta el máximo de sus facultades.

Cuenta, Mariela Aguilar Flores, que “su hija nació prematura y de inmediato se le diagnosticó una enfermedad neurológica; convulsionaba con frecuencia y tuvo que ser internada en el hospital pediátrico con solo cinco días de nacida. Allí permaneció en la sala de cuidados intensivos porque sufrió un paro respiratorio a partir de una neumonía”.

“Durante ese tiempo-dice Mariela- todo fue muy difícil. Se salvó gracias a esta Revolución y a la ayuda de los médicos de ese centro asistencial que fue su segunda casa, o mejor dicho, la primera”.

“Luego de tres años regresó a su hogar; pero no caminaba ni hablaba porque, además, presenta una enfermedad ortopédica por la cual luego fue intervenida quirúrgicamente en diez ocasiones en el hospital William Soler de La Habana.”

Por sus necesidades educativas especiales complejas resultó imposible lidiar contra la distancia, el agotamiento y los padecimientos para desplazarse hacia el centro de la enseñanza especial Luis Augusto Turcios Lima, en esta ciudad de Las Tunas, donde asisten otros estudiantes con características similares a las suyas.

Fue entonces que comenzó a recibir con bastante regularidad la visita de una persona que poco a poco se ganó un lugar privilegiado en su corazón, como amiga y maestra ambulante.

“Lo que Marbelis ha hecho con ella es maravilloso- apunta la madre agradecida- ha contribuido a que mi niña conozca el alfabeto completo, que sepa leer y escribir, y se desenvuelva mejor en la vida…”

Marbelis Aguilera Hernández es máster en ciencias de la educación especial. Desde hace 9 años se desempeña como maestra ambulante. Tiene una matrícula de tres alumnos y dice amar su profesión porque “esta labor es muy sensible, noble y humana. Es obvio que ellos necesitan aún más del estímulo y la comprensión de nosotros. No es solo corregir y compensar sus defectos”.

“Esta relación tan cercana que hemos logrado la niña y yo- agrega la educadora- fluye de manera espontánea. Es muy cariñosa conmigo y dice que me quiere. Es un sentimiento recíproco”.

“Cuando evaluamos los resultados al finalizar cada calendario docente y los comparamos con el diagnóstico que le hicimos al recibirla, entonces se siente un regocijo tremendo. Ese es el pago de mi trabajo”.

Gracias a la dedicación de esta maestra ambulante y el esfuerzo conjunto de una familia pequeña; pero muy unida. Por estos días Lianet está a punto de culminar el noveno grado complementario y exhibe con cierto orgullo una letra perfecta, con trazos firmes y claros.

Ejemplos como este conmueven y convocan el agradecimiento hacia quienes se dedican a esta noble misión. Esos que al decir de José Martí, hacen que los hombres crezcan cuando aprenden algo… y cuando han hecho algún bien.

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