Cuando Nirma
María Escobar Bajuelo y José Rufino Ibarra Pérez aquel 30 de septiembre de 1956
prometieron ante el altar amarse y respetarse en la salud y en la enfermedad,
en la riqueza y en la pobreza… hasta que la muerte los separe; iniciaron un
matrimonio que ahora despierta la admiración entre muchas persona.
Estos protagonistas de una historia de amor común y
a la vez especial ya rozan las ocho décadas de existencia. Durante este tiempo algunas
pruebas duras les ha puesto la vida, tan difíciles como las de haber perdido a
su hija, yerno y nieta en un accidente automovilístico.
Hoy comparten con su otro hijo y nietos, entre
achaques y recuerdos, en sus habituales actividades domésticas. Ambos vinculados
a un círculo
de abuelos aquí en la ciudad de Las Tunas; sintiéndose felices y agradecidos porque un día
se encontraron y siguen fiel al juramento de permanecer juntos toda la vida.
Ellos, sin proponérselo, representan un signo de
entrega y unidad desde que se conocieron hace 60 años, en un cine del sureño
municipio de Amancio (antiguo
central Francisco) y aún dicen estar enamorados como la primera vez.
Amantes de verdad, dirían algunos, porque sin dudas es con el paso del tiempo
que la relación se completa, que trasciende el enamoramiento y la pasión de los
jóvenes, para lograr una etapa madura, alejada de la supremacía de las pasiones y el romanticismo exagerado.
Las parejas de la tercera edad, como Nirma y Pepe, han
aprendido a compartir los buenos momentos, las enfermedades y las pérdidas. Motivos para elogiar su
perseverancia en fecha próxima al 14 de febrero,
dedicada a todos los que enaltecen con su testimonio cotidiano al más universal
y noble de los sentimientos: el amor.
El
Día de
San Valentín es entonces ocasión oportuna para felicitar y
hasta premiar a los adultos mayores, quienes también, y con mayor fuerza, hacen perdurable esta compleja mezcla de cariño,
atracción, afinidad de pensamiento e intereses.
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