viernes, 28 de octubre de 2011

Anécdotas de un hombre legandario

Tomado del sitio Cubadebate

Si inventáramos un nombre
Camilo es una figura legendaria, es la idea que yo tengo de Camilo, hasta de su mismo nombre nada común, lleno de fuerza y de poesía al mismo tiempo. Si nosotros inventáramos un nombre para un personaje de leyenda le podríamos poner el nombre de Camilo Cienfuegos.
La misma muerte de Camilo, perdido en el mar, la manera de conmemorarla, echando una flor al agua y todas aquellas, sus hazañas, son acciones de leyenda.
(Narrado por Vilma Espín, guerrillera)
Su sombrero
Un día llegué yo a caballo a donde ellos estaban: era el día que llevaba en animal para ensillárselo a Camilo, para que se trasladara de un lado a otro, y él coge y se pone mi sombrero y me dice que a mí no me lucía ese sombrero, que le lucía, por ejemplo, al capitán Camilo, y se lo pone, se miró en un espejito y me dice:
- ¿Qué chico? Ponte la gorra esta.
Le digo:
- Bueno, me la llevaré para la casa y me pondré otro sombrero que tengo allá, que inclusive es mejor que este que tengo puesto, que tiene unos cuantos años ya.
Él se quedó con el sombrero y yo lo miraba y me reía y él luego miraba que yo le estaba mirando el sombrero y él se reía y guiñaba un ojo y les hacía señas a los otros compañeros. Y él luego les hacía señas a ellos que yo estaba mirando el sombrero; parece que él pensaba que yo quería el sombrero, pero era mirando que le lucía bien. Ese sombrero que Camilo traía era mío. Era mío y a mí me era orgullo que a él le luciera bien, lo trajera, y que Camilo con ese sombrero luce más bonito todavía. Ese sombrero se lo regalé yo, se lo regalé yo en el sentido que él lo cogió y se lo puso y le quedó bien, me miró y me dijo que le lucía más a él que a mí y se quedó con él.
(Narrado por Rafael Verdecía Lien, campesino de Sierra Maestra, colaborador del Ejército Rebelde)
Su cabalgadura
El viaje no es muy largo, pero el mulo en que pienso hacer el regreso es vago y bruto como no hay dos, cuando vine tuve que apearme tres veces a empujarlo, y eso que era loma abajo. Ahora que es loma arriba tendré que echármelo a cuesta, como si fuera la mochila.
(De una carta de Camilo a sus padres)
Cumpleaños de 1954
Del día de mis cumpleaños les diré que tuve quien me hiciera mis regalitos, pues Rafael me regaló una corbata, la familia Téllez una camisa y unos calzoncillos y por otro lado un pasador y yugos. “Suerte que tiene el Cubano”
El nailon chiquitico
Nosotros dormíamos siempre juntos. Camilo colgaba la hamaca en el segundo piso porque él era quien traía un nailon chiquitico y entonces amarraba arriba, bien arriba para que en el primer piso colgara Víctor Mora y también se beneficiara con el nailito y yo, como no tenía nada, me acurrucaba debajo del árbol, a la sombra de la hamaca como un lechoncito y así estábamos los tres tapados por el nailon de Camilo.
(Narrado por Walfrido Pérez, guerrillero invasor de la Columna No. 2)
Castigo merecido
Reconozco que alguna vez fui injusto. Por ejemplo, el día que me comunicaron que Camilo había mordido a una conserje de kindergarten. Lo llamé, Le expliqué lo que pasaba. Él no dijo ni esta boca es mía. Un mes lo tuve de penitencia. Después supe accidentalmente, que no había sido él sino un compañero al que quería mucho. Pero aguantó el castigo: yo, que sentía lástima cuando hizo dos o tres trastadas, le decía: “Te las perdono, a cuenta del castigo que cumpliste sin haberlo merecido.”
(Narrado por Ramón Cienfuegos)
¿Qué les llevan?
Era el segundo domingo de mayo y en el campamento rebelde del comandante Camilo Cienfuegos se planificaban las próximas acciones en el llano para batir a la tiranía.
Dos jóvenes se le acercan, son muchachos de la zona que se han unido al movimiento en los montes.
- Comandante, ¿usted podría darnos un permiso para llegarnos a ver a nuestras madres?
- Bien, pueden ir, pero no tarden…
- Enseguida, Comandante… –y dieron la espalda para retirarse. Camilo, como un relámpago, volvió a detenerlos.
- Un momento… ¿qué les llevan?
Los jóvenes se miraron.
- Nada…
- ¿Y cómo piensan ustedes ver a sus madres sin llevarles nada… No, y no… cojan estos veinte pesos, repártanlo y llévenles algo.
(Narrado por Antonio, Ñico, Cervantes, enlace de la columna con la ciudad)
Prometió no alegrarse más
Cuando el ciclón del 44 era muy niño y nunca había visto un ciclón. Estaba loco por saciar su curiosidad. Yo le decía: “Niño, los ciclones son peligrosos, les tumban las casas a las personas y causan mucho daño.”
Ni quien lo convenciera. Vino el ciclón y pasamos todo el tiempo con la puerta semiabierta. Cuando todo terminó y salimos a la calle, lo primero que vio fue la casa de un compañerito a quien quería mucho, o mejor dicho, lo que quedaba de la casa, que se había caído. A la familia no le pasó nada, pero Camilo se entristeció y prometió no volverse a alegrar por la llegada de un ciclón.
(Narrado por Ramón Cienfuegos)

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