Miles de personas que visitan o atraviesan la ciudad de Las Tunas, a 690 kilómetros al este de La Habana, quedan impresionados con la belleza de las buganvilias, que también crecen en calles y caminos vecinales de los ocho municipios del territorio.
Esas plantas son como un regalo de la madre naturaleza porque adornan el entorno y constituyen un rasgo distintivo para los tuneros, que las vemos al pasar, día tras día, año tras año.
Su eterna presencia revela el atractivo singular del sencillo arbusto, que tiene flores abundantes y pequeñas, por lo general amarillas, rodeadas por tres brácteas que pueden ser de color fucsia intenso, blanco, salmón, crema o rosado; incluso, en combinación de dos colores.
Además de su belleza y las posibilidades que brinda para la poda estética y ornamental, la buganvilia es muy resistente a la sequía, cualidad que la hace especial para la provincia de Las Tunas, una de las más desérticas del país.
Para preservarla, en el Jardín Botánico del territorio se cultivan y estudian ocho variedades, las cuales se multiplican y dan alegría y color a las avenidas y carreteras.
La buganvilla es originaria de las zonas tropicales de Brasil, puede crecer hasta cinco metros de altura y pertenece a la familia de las Nictagináceas.
En Cuba se le llama zarza y en el resto del continente también le dicen bejuco sudamericano, trinitaria, camelina y Santa Rita; pero, su verdadero nombre, buganvilia, es un tributo al militar y navegante francés Louis-Antoine de Bougainville, quien realizó valiosas contribuciones a la ciencia y a la geografía durante la segunda mitad del siglo 18 y descubrió esta bella flor.
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