Barbarito Diez, conocido en los predios musicales de Cuba y el mundo como La Voz del Danzón, demostró ser uno de los intérpretes más afinados y consecuentes del género, considerado nuestro baile nacional.
El 4 de Diciembre de 1909 nació en Bolondrón, municipio de la occidental provincia de Matanzas; quien es hoy hijo ilustre de Manatí, norteño municipio de Las Tunas a donde se trasladó junto a su familia a los cuatro años de edad. Descubriendo su propio camino, alejado de augurios en el desempeño de los oficios de sastre o mecánico, en el año 1930 se traslada a La Habana. Al visitar un ensayo del sexteto matancero, dirigido por el trovador Graciano Gómez en el café Vista Alegre, se enteró que buscaban un cantante; decidió probar suerte; cantó Olvido de Miguel Matamoros y convenció.
Con solo 21 años iniciaba una carrera artística en la cual se hizo popular amenizando fiestas en clubes sociales. En la capital habanera conoció a trovadores de renombre como Sindo Garay, Manuel Corona y otros. También entabló amistad con Antonio María Romeu, director de la Orquesta Danzonera, a la cual se unió para definitivamente alcanzar la fama.
Gracias a su talento innato, dotado de una genial voz y perfecta dicción se convirtió en uno de los cantantes más excepcionales en la historia musical de este país. Comenzó a tejer una leyenda viva y afianzó su presencia en el difícil mundo del mercado, justo en una época que se definió como el Siglo de Oro de los grandes cantantes de la música cubana.
Aunque no tuvo una formación musical académica ni tocaba ningún instrumento, desplegó su virtuosismo con interpretaciones que lo convirtieron en ídolo público al inmortalizar páginas del repertorio cubano como Lágrimas Negras, Olvido, Juramento, El que Siembra su Maíz, El caballero de París y su canto a Manatí con encanto singular, porte erguido y sereno, estilo sin ademanes bruscos, técnica y escalas inigualables.
Su voz única e irrepetible se escuchó en Cuba y Latinoamérica para deleite de varias generaciones, logrando a lo largo de su fructífera carrera, que el pueblo lo bautizara con los epítetos: "La Voz de Oro del Danzón", o "El Príncipe del Danzón" o sencillamente "La Voz del Danzón".
El 6 de Mayo de 1995 fallece este gigante del pentagrama, poseedor de un timbre melódico verdaderamente hermoso que lo consagró en su carrera.
A 16 años de su desaparición física muchos dan testimonio de las características genuinas de este hombre de hablar pausado y sin gesticulaciones que lo convertían en un amable conversador. De tal modo comentaba a sus amigos: Yo amo a Manatí porque allí pasé parte de mi vida, me hice hombre y cantante.
Por esas razones quizás algunos suponían que este era su pueblo natal, en tanto se hacía recurrente la historia de su ciudad de origen. No obstante, Manatí lo hizo suyo por siempre.
El nombre de Barbarito Diez quedó inscrito como símbolo de modestia, amor a Cuba y a su querido Manatí que lo vio crecer y al cual cantó porque su vínculo con el terruño lo manifestó hasta en los últimos momentos de su existencia.
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