lunes, 22 de junio de 2009

Ya se va aquella edad...

Luego de cuatro años en el Círculo Infantil La Edad de Oro, de esta ciudad de Las Tunas, mi niña Amanda María ya casi se despide de sus “tías” Yady, Yamilka y Kirenia, de sus educadoras y de amigas y amigos tan traviesos como ella.
Atrás queda una etapa linda, en la cual aprendió a diferenciar las formas de los círculos, los cuadrados y cuantas figuras geométricas se encontraban a su alrededor. También desarrolló habilidades para formar grupos de objetos, identificar colores, contar y desempeñar roles en actividades en las que asumía ser una peluquera o cocinera, una doctora y sobre todo lo que más le gusta a ella, y me gustaba a mi también cuando era pequeña: ser la maestra.
Durante este tiempo Amanda María asimiló cuánto significaba el compartir con otras personitas de su edad; aunque no fueron pocas las batallas por el antojo de un juguete, la discusión caprichosa por ocupar un puesto para ver la teleclase, el enojo porque Estafanía no sería más su amiguita… en fin. Por suerte estos fueron los menos.
En general las experiencias resultaron buenas. En un ambiente sano y atrayente, rodeada de cantos y entretenimientos, mi hija se instruyó en las buenas costumbres, pues muchas veces practicó el sentarse a la mesa y solo pararse después de pedir permiso a sus compañeritos. Se educó fomentando modales adecuados tales como brindar los alimentos a quienes llegaban en el horario de almuerzo o de merienda. Entonces asaltaban vocecitas que con intranquilidad preguntaban “¿Gusta?”
Cada mañana no podía faltar el saludo a todos mientras se escuchaba el coro que respondía a los buenos días. En tanto, solía parecer una consigna la pregunta “¿Cómo están?” Seguida de la contestación “Bien ¿Y usted?”
En un inicio los padres sonreíamos porque se tornaba gracioso. Sin embargo, poco a poco nos fuimos percatando de cuanta seriedad entrañaban tales acontecimientos y de lo necesario de mantener estas costumbres en el ámbito familiar.
Sin dudas, la educación que en el hogar les damos a nuestros hijos, en el círculo infantil se consolidan. A la par mamá y papá nos retroalimentamos y aprendemos.
Dentro de unos meses, mi niña comenzará su etapa preescolar en el Seminternado Toma de Las Tunas junto con su hermano José Alberto, quien cursará el venidero curso el segundo grado de la enseñanza primaria.
Tal vez Estefanía, Doralis y Germán u otros amiguitos del círculo infantil, la acompañen en la nueva aventura que inicia en septiembre. Quizás sean nuevos educandos los que completen su aula; pero de seguro juntos marcharán felices mientras descubren las maravillas del saber, en el cual hogar y escuela, maestros y familiares andaremos en consonancia, para ser complementos en cuanto a la formación de valores sin desligar instrucción y educación.
Los primeros años de vida en el círculo infantil son garantía en la formación de mejores personas, con un buen comportamiento en cualquier momento y lugar.
Ya se va aquella edad en la que las enseñanzas y la actividad lúdica significaban un entretenimiento para los infantes del círculo infantil.
Comienza un tiempo de oro también con más responsabilidades a lo mejor; pero no menos atrayente y enriquecedor para las niñas y los niños siempre ávidos de conocimientos.

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