sábado, 9 de mayo de 2015

Feliz día para las madres


Dicen que las madres ostentamos varias y buenas cualidades que nos convierten en personas únicas. Tenemos una especie de coraza para resistir cualquier embate, ternura, creatividad, paciencia y un corazón que sabe multiplicarse.

Es así como podemos lidiar en el hogar con la presión de un acto, aparentemente tan sencillo, como preparar a los niños para llevarlos a la escuela. Hay que vivir ese momento para entender; pero lo cierto es que conocemos la fórmula para salir airosas, dejar todas las tareas domésticas garantizadas, ser artífices en el arte culinario y emprender con nuevos bríos la jornada laboral.

En épocas pasadas; aunque no era la generalidad, con frecuencia se conocían progenitoras de nueve, doce y hasta más de veinte descendientes.

Hoy resulta alarmante tan solo mencionar cifras, pues la llamada modernidad de cierta manera impone límites en la misión de procrear y es así como son comunes ahora las familias de uno, dos o tres hijos solamente.

Los estudios demográficos en Cuba indican un decrecimiento en los índices de natalidad por razones diversas. Por ello encontrar núcleos familiares conformados por mamá, papá y nené representan datos normales, consecuentes con los tiempos que corren, ajustados al entorno económico, cultural y social del país.

En Las Tunas el panorama se comporta similar al resto de las provincias cubanas: un notable envejecimiento poblacional y la reducción del número de nacimientos.

No obstante tendencias contemporáneas son también muchas las madres que apuestan por más, a pesar de inconvenientes y necesidades.

Sea por partos múltiples, por una inadecuada planificación familiar o porque no quieren envejecer solas; se abren a la vida con optimismo y valentía.

Sujetas a críticas unas, admiradas otras; todas en el fondo orgullosas y bendecidas, recibimos a cada vástago como un maravilloso regalo, incluso a los que en un primer momento no fueron tan deseados.

Esa cualidad de amar sin medida es inherente a las mujeres que traemos un nuevo ser a este mundo. Eso ni se enseña ni se aprende. Las madres somos así, preferimos dar la vida por una nueva criatura, entregarnos en cuerpo y alma por verlos crecer felices y luchar con uñas y dientes para defenderlos.

Es el instinto natural que nos pone a prueba y encontramos modos para multiplicar el cariño, sea entre dos o más de los nuestros, tengan defectos o virtudes, lleguen a ser personas de bien o tuerzan el camino, triunfadores o fracasados, nos quieran o no.

Sin particularizar las excepciones, las madres de estos tiempos y desde siempre, independientemente de cantidades bajo la tutela, ofrecemos todo y lo mejor sin pedir nada a cambio. Esa es nuestra mayor virtud.

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