jueves, 1 de marzo de 2012

Mi abuela que ya no está



Hoy, una de mis abuelas hubiese cumplido 88 años de edad. Este es su primer cumpleaños ausente físicamente en la familia; pero presente en nuestros pensamientos.
En cada onomástico, sobre todo después que pasó de los ochenta, siempre sentenciaba que sería el último y quién nos diría que en verdad, el primero de marzo de 2011, lo fue.
La muerte de un ser querido por lo general causa tristeza, convoca la nostalgia y el recuerdo. Llevar su nombre (Ada), escuchar de sus historias cuando quedó al amparo de una tía después de que su mamá falleció; conocer de su experiencia estudiantil en Santiago de Cuba, imponiéndose ante los obstáculos que le deparaba una lesión en su ojo derecho siendo apenas una niña y aún así se hizo maestra; impartió clases en lugares próximos al norteño municipio de Manatí y formó un matrimonio premiado por tres hijos (Alejandro, Alberto y Aurelio). Admiré sus dotes de excelente tejedora y aprendí a quererla y valorarla en el mejor rol que supo desempeñar: el ser abuela.
Al partir de esta vida terrenal el pasado 4 de diciembre cierto es que se agolparon muchas imágenes y pensamientos sobre ella; sin embargo un buen amigo logró describirla en su faceta como puntal de la iglesia católica en esta ciudad de Las Tunas y en ese instante ya no pude contener las lágrimas.
Y es que la entrega a la vida religiosa, sin dudas, la distinguió. Fueron esas enseñanzas las que también inculcó a sus descendientes y por eso quizás estemos todos más reconfortados en el dolor, agradeciendo el tiempo que se nos permitió tenerla.
Nuestro eterno recuerdo para ti, abuela Nena.

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