jueves, 24 de diciembre de 2009

Heredera de Aracne.

Mi abuela paterna puede considerarse una típica heredera de Aracne, la gran tejedora que alardeó de ser más habilidosa que Minerva, la diosa de la artesanía, y terminó convertida en una araña.
Claro que la mitología griega solo me sirve como referencia exagerada para resaltar el talento de una persona que siempre recibió elogios por los excelentes trabajos manuales que realizaba, con hilos y agujetas, en diferentes modalidades.
Ada Ortega Lalana, mi abuela, con sus 85 años a cuestas todavía se jacta de sus aptitudes, que por desgracia ya ha perdido con el paso del tiempo y por desinterés no supimos cultivar las nuevas generaciones de la familia.
Una tunera que vive en Galicia y es seguidora de este blog me comentó sobre el tema porque la conoció y recuerda sus dotes.
Vinieron a mi memoria entonces los abrigos que me confeccionó a mi, a mi hermana y a otros seres cercanos.
Sus tejidos no se limitaban solo a piezas de vestir, además hacía tapetes para adornar las mesas, sobrecamas y mediecitas para la canastilla de los bebés. (Las que usaron mis hijos fueron una de sus últimas creaciones.)
Recuerdo que alardeaba de su destreza y que podía hacer su obra sin mirar para obtener un resultado que casi rozaba con la perfección.
Hoy mi abuela es una anciana, ya no teje porque su escasa visión y la pericia de sus manos no la acompañan; pero se conforma ahora con vernos lucir un pulóver, resultado de su dedicación y esfuerzo.
Cada vez que nos visita se fija en el detalle de un centro de mesa y si es necesario nos rectifica el derecho y el revés de un tapete que tenemos mal colocado.
Por estos días finales de año en que la temperatura en Cuba desciende un poquito, nuevamente le daremos el gustazo de modelar sus tejidos, muy bien conservados, para que la arañita tejedora ya vieja y cansada tenga otro motivo para estar feliz.

1 comentario:

  1. Casi siempre los nietos estamos orgullosos de los abuelos, aunque veo que tú tienes muchas razones. Envidio- sanamente- a tu abuela por ese don. Yo apenas sé zurcir. Conservando esas piezas haces feliz a tu abuela; pero, también guardas pruebas de una hermosa tradición que, lamentablemente, tiende a perderse.

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