En estos meses finales del año cada
vez se hace más frecuente en Cuba la revitalización de costumbres un tanto
olvidadas. La navidad con sus consiguientes adornos, árboles
y pesebres es una de ellas.
Varios centros comerciales exhiben diversos
artículos para la fecha y en los hogares
muchos se apresuran al hacer visibles las guirnaldas, las luces multicolores e incluso se ambienta
en determinados locales con música de villancicos.
Todo esto trae aparejado el Adviento,
un tiempo litúrgico que significa venida, llegada, época de preparación para la
Navidad.
Durante los cuatro domingos en los cuales se enmarca
este período, que inicia este 27 de noviembre, deviene significativa la Corona
de Adviento, un aro con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas: tres
de color violeta y una rosada que corresponde al tercer domingo y representa el
gozo.
Estas se van encendiendo una tras
otra en cada semana, y en Navidad se puede completar con una quinta vela de
color blanco junto a una imagen del Niño Jesús.
La corona tiene connotaciones universales:
la luz como salvación, el verde de esperanza y la forma redonda en señal del
amor eterno, sin principio y ni fin.
Se sugiere entonces a quienes profesan su fe o aquellos que imitan el gesto
al identificarse con un ritual agradable, no quemar etapas, es decir, esperar
el momento y disfrutar del tiempo de espera mientras llega el gran acontecimiento
de la Natividad del Señor.
No importa tanto la elegancia de los objetos o ser estrictos en el color de
las velas, vale más enriquecer la espiritualidad, máxime si se trata de
tradiciones que inculcan el amor, la
hermandad, la paz y la solidaridad entre los seres humanos.
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