Ondina, falleció este 4 de junio...
Ondina Verdecie Pérez fue mi primera
maestra. Ella me impartió clases de prescolar en un pequeño local de la calle
Ramón Ortuño, entre la calle Martí y la Cucalambé, en esta ciudad de Las Tunas.
Carlos Juan Finlay se nombraba esa aulita a
la que asistimos muchas niñas y niños allá por los finales de la década de
1970.
Recuerdo ahora el acogedor lugar, muy
limpio, bien decorado, con láminas, adornos manuales, rodeado de plantas y a mi
maestra…siempre elegante, activa en los juegos, en las clases, ensayando coros,
formando una banda rítmica, insistiendo en que mejoráramos los trazos, en que
identificáramos los colores y las formas de las figuras geométricas, en fin.
Mi maestra Ondina tenía una limitación
física. Nació con un problema en una pierna que le dificulta el andar. Pero eso
nunca fue un impedimento. Con su ejemplo nos inculcó la puntualidad, el amor a
la patria, fomentó valores, la disciplina y el deseo de aprender.
Todas las memorias de mi etapa prescolar y
de mi primera maestra son lindas y las guardo no solo en fotos, de mi maestra
Ondina y el resto de mis compañeros de estudio, convertidos ahora en auxiliares
pedagógicos, informáticos, médicos, ingenieros, trabajadores de la gastronomía,
un policía y obreros que se desempeñan en los más diversos oficios. Gracias a la Maestra Ondina.
Cada uno agradecido, sin dudas, por la gran
artífice en el inicio de nuestras vidas, la segunda madre, como decimos acá, la
que con el mismo rigor nos educó y estimuló las ganas de aprender para llegar a
ser personas íntegras en el futuro.
Ser maestra exige un sacrificio enorme, con
vocación no basta. Y todo, lo tenía Ondina…alta dosis de amor, de entrega. Para
eso nació, y por ello después de tantos años ejerciendo el magisterio merece
respeto y agradecimiento eterno de quienes la conocieron.
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