"El corazón que ha amado de verdad nunca olvida,
sino que ama de verdad hasta el final, fiel como el girasol,
que observa irse a su dios con la misma mirada con que lo ve aparecer"
Lejos de tabúes que antes excluían a los hombres de ser merecedores de una flor, ya en la actualidad ellos las ofrecen y las aceptan sin que por eso sientan disminuida su masculinidad; aunque lógicamente, a fuerza de la costumbre, todavía algunos se resisten a los aires contemporáneos y apenados o malhumorados te dan las gracias ante un gesto que ya se va tornando común y corriente para la mayoría.
Y es que entregar una orquídea, un jazmín o un gladiolo resulta una franca expresión de los más puros sentimientos hacia la persona amada. En tal sentido las rosas son emblemáticas por la carga emotiva que representan.
Sin embargo existen otras flores agraciadas, como el girasol, que deviene popular en los tiempos actuales en Cuba por su alusión a la fuerza, el poder y la adoración.
Provienente de América del Sur y Central, en algunos países se cultiva más por su utilidad que por su belleza. Los más conocidos son los amarillos con el corazón marrón, cuyo nombre científico: Helianthus se le debe al botánico Carl Linnaeus quien combinó las voces Heli (sol) y Anthos (flor) por la peculiaridad de esta planta que siempre gira mirando al sol.
Una antigua leyenda narra que el dios griego Helios murió ahogado por sus tíos, los titanes, y fue luego elevado al cielo, donde se convirtió en el sol. Una joven mortal, Clitia, se enamoró de él y al perderlo murió de amor. Ella tomó forma de flor; quedó "arraigada" en su pena y se resignó a seguir el curso que Helios recorre en el cielo durante el día como prueba de profunda lealtad y constancia.
El girasol, que se asocia además con el calor y el alimento, atributos propios del astro rey, va ganando así más adeptos y significa un obsequio ideal tanto para hombres como para mujeres en este 14 de febrero, fecha dedicada en muchas partes del mundo al amor y a la amistad.
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