Durante estos días de sofocante calor, el abanico se torna un objeto muy empleado en Cuba y no es para menos, las altas temperaturas que caracterizan el verano en nuestro país así lo exigen.
Por eso sin distinción de edad se hace frecuente su uso en cualquier hora y lugar para reafirmar que aquí no pasa de moda este útil implemento.
Sean de madera, plástico y otros materiales, pintados a mano o litografiados, las modalidades son diversas; pero la finalidad sigue siendo única: apaciguar el sofocante calor.
No es una rareza que exista un abanico entre las pertenencias de muchas familias tuneras. Les puedo asegurar que en pocos casos se guardan como un objeto decorativo como puede suceder en otras partes del orbe, sino que se exhiben como un importante elemento utilitario al cual las cubanas y también algunos cubanos acuden para refrescar.
El abanico fue usado por las civilizaciones antiguas. En Egipto, por ejemplo, eran grandes, con plumas, y movidos por esclavos, para dar aire al faraón y a la vez espantar moscas y otros insectos.
En China también era ampliamente usado, pero como pequeño objeto personal. No sólo servía para refrescarse sino que también era un elemento decorativo y elegante, y en su realización se utilizaban diversos materiales: sedas, papel, plumas, bambú, encajes, marfil, maderas livianas, etc. Se pintaban decorativamente pues se usaban como ornamento personal, y hasta como sinónimo de complicidad amorosa.
Con el paso de los años el abanico se difundió en Europa, y se comercializó y arraigó más su uso en España, y de allí pasó a América.
Desde entonces aquí los cubanos le damos la bienvenida.
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