Miguel Díaz Nápoles
Siempre que se hace una historia de las artes plásticas en Las Tunas,
hay que mencionar el nombre de Othoniel Morfis Valera, uno de los
integrantes de esa especialidad, y no solo por su obra como curador y
crítico de arte, sino por su inmensa obra como promotor cultural, en
busca de hacer felices a los demás.Othoniel es artista desde pequeño, desde que era un pionero que no se perdía una actividad cultural y se la pasaba en cuanto acto de creación existía, porque su empeño siempre estaba por encima de todo lo que creía para llevar adelante sus ansias, y su carrera comenzó desde entonces.
Después, ingresó en la universidad para estudiar Historia del Arte, pero una mala pasada lo sacó de su carrera, aunque no desistió de sus sueños, y mantuvo su firmeza para seguir adelante, con la promoción, la curaduría y la crítica, hasta que un día, por sus méritos indiscutibles ingresó a la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), y dirigió la Filial de Artistas Plásticos, hasta que el pasado año, la Asamblea de miembros lo designó como vicepresidente del Comité provincial de la organización, una posición desde la que cada día lucha para consolidad la labor de los escritores y artistas de la provincia.
Pero quizás la mayor satisfacción de Othoniel está en el Callejón de la Ceiba, un proyecto comunitario que creó durante un verano y después que acabó la etapa para la cual estaba concebido ni él ni su público quisieron separarse de aquella idea fabulosa, que con el paso del tiempo ha trascendido las fronteras de la provincia y el país.
Quien conozca a Othoniel sabe que es un profesional incansable en su labor, y su amor por la comunidad lo lleva a trabajar día y noche para consolidar todo lo que se propone, y la gente lo admira por lo que hace, porque lo hace bien, con el alma y el corazón, y porque siempre lleva por delante el trabajo de los demás antes que su obra personal.
Es Othoniel una persona admirable. Honesto, sincero, carismático, siempre está donde debe estar, siempre piensa lo que debe pensar por la Uneac y sus integrantes, por la cultura cubana, a la que entrega su vida por amor al arte más que por beneficios económicos o personales, y ahí radica su mayor grandeza.
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