Esther de la Cruz Castillejo
Las Tunas-. Mucho se habla y reahabla de la pérdida de valores en
la sociedad cubana y del camino intenso que falta por andar en aras de
revertir conductas y haceres; y, en medio de tanto, descubres a ratos
algo que no debe ser, no puede estar, no es consecuente y te encuentras
con quienes lo perciben con una naturalidad que llega a parecer
contraria, increíble, asfixiante.Y lo digo pensando, especialmente, en la frase que le escuché, hace casi nada, a una buena vecina: “la niña salió más o menos en la comprobación, pero figúrate tú, con esa maestra ella siempre sale así”.
Resulta que, para algunos padres, se está volviendo tristemente habitual que “la culpa” de esta o aquella nota sea del maestro, que el control se esté trocando en “la tienen cogida con el niño” y que los mejores docentes no siempre sean los más avezados, sino, en ocasiones, los que “ayudan” ante un examen de rigor con métodos bastante poco ortodoxos.
El fraude, el “compromiso”, la mediocridad, son lastres que están presentes en la contemporaneidad de cualquier sociedad y en Cuba, país de intensas decisiones, se libra una lucha campal por su erradicación; sin embargo, el exceso de paternalismo y las ganas de que el chiquito sea, a toda costa, doctor, ingeniero y hasta astronauta, a veces sobredimensionan la realidad y lastiman, a la larga, a los bisoños prospectos.
Conozco a una tunera que dejó la escuela en décimo grado porque se embarazó, de forma irresponsable, fue la única manera que encontró de que su mamá la dejara en paz – me dijo-, “yo no quería el Pre, mi sueño era ser peluquera y mami no me dejó pasar un curso de eso para obligarme a seguir estudiando, así que no usé más condón y tuve que dejarlo todo”.
Claro, esa, la de la muchacha, fue una decisión rebelde e inmadura, pero lamentablemente con cierta lógica en la adolescencia, etapa por la que ella transitaba entonces; y conozco, igualmente, carpinteros felices y pilotos frustrados, pero que lo cuentan orgullosos porque saben exactamente la parte del camino en la que no pudo ser.
Pienso que llegar hasta donde se pueda en función de una mejor instrucción es importante, por supuesto, pero hacerlo con esfuerzo propio, sin compras, ni complejos, es igual de loable; y el camino comienza en el aula y la pañoleta azul, en la comprobación del más o menos y en el diálogo desprejuiciado y franco con un maestro de pocos excelentes.
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