Visitar las Cuevas de Bellamar tiene su encanto. El lugar
impresiona y atrae, sea por misterios, belleza o quién sabe... Lo cierto es que
estar allí se agradece y son de esos paseos que seguramente quedarán en el
recuerdo por siempre.
Divino sitio para celebrar en familia y con amigos este 14
de febrero. Las cuevas de Bellamar son un conjunto de cavernas de mas de 23 kilómetros de
galerias situadas en la provincia Matanzas, Cuba. Por la belleza de sus galerías
y cavernas, los importantes hallazgos paleontológicos, además de una amplia
gama de procesos cristalinos fueron declaradas Monumento Nacional.
Contenido
Las galerías y pasadizos de las Cuevas de Bellamar se
calcula que comenzaron a formarse hace unos 300 mil años. Según los estudiosos,
la planicie en la cual están las cuevas se encontraba originalmente bajo el
mar, formando parte de la bahía de Matanzas. A lo largo de la llamada Falla de
Bellamar el agua subterránea, en combinación con el dióxido de carbón, fue
disolviendo la roca calcárea y de esta forma fue creando cámaras subterráneas
en el subsuelo; bajo el fondo marino.
Mientras permanecieron bajo el nivel del mar, estas cavernas
estuvieron llenas de agua. Los movimientos tectónicos hicieron que la zona se
elevara, hasta llegar a formar las terrazas marinas que se notan en la ciudad
de Matanzas y sus alrededores.
Con el decursar del tiempo estas cavernas se fueron secando;
desaguándose incluso algunas cavidades que están a gran profundidad bajo el
nivel del mar y comenzaron a tener lugar filtraciones entre las rocas, sobre el
techo de las cuevas, de agua con carbonato de cal disuelto que fueron dejando
residuos al gotear y, de ese modo formar las estalactitas desde el techo y las
estalagmitas en el suelo.
Descubrimiento
Las Cuevas de Bellamar fueron descubiertas por casualidad en
febrero de 1861 cuando un esclavo perdió su barreta abriendo un hueco en el
suelo, tratando de remover una roca de cal. El esclavo y el mayoral imaginaron
que la tierra se había tragado la barreta.
Don Manuel Santos Parga, dueño de la finca, pidió
explicaciones y al no recibir respuestas se dirigió al lugar de los hechos,
ordenó que se cavara allí; y apenas se había abierto un espacio de poco más de
una vara, salió por el agujero practicado una gran corriente de aire repugnante
de olor; caliente y como humoso; entonces quedó así al descubierto la entrada
de la cueva.
El señor Parga, que era entendido en cosas de minas y
cuevas, se dio cuenta de lo que el descubrimiento significaba y comenzó a
preparar la cueva para que los visitantes pudieran disfrutarla. Sacaron muchas
piedras; hicieron escaleras de mampostería que aun están en uso; instalaron
pasamanos; y tan pronto fue una realidad, instaló luz eléctrica. Él o uno de
los guías bajo su empleo llevaban a los turistas por los pasadizos de la cueva
mientras explicaban lo que estaban viendo. Dos años después del acontecimiento,
el matancero José V. Betancourt, narró lo sucedido.
Llamadas originalmente las Cuevas de Parga en homenaje a su
descubridor, el punto cambió su nombre por el de Las Cuevas de Bellamar, en
plural, (aunque los especialistas indican que se trata de una sola cueva con
varios salones) debido a su cercanía con la playa homónima en el oeste
matancero.
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