Libia Peña ya es parte de nuestra familia. Ahora cuando finaliza el calendario docente del curso 2008-2009 lo sentimos así y mi hijo ya hasta la proclama como su segunda madre.
Libia es sencilla, cariñosa. Los más de 20 años en el ejercicio de su profesión le permiten una envidiable combinación de sabiduría y experiencia.
Sus cabellos delatan un tanto ese caudal de conocimientos y su mediana estatura nada tiene en común con la grandeza de su obra.
Justo el primer día que la escuché hablar alertaba de la necesidad de ser disciplinados, que no admitía ausencias ni llegadas tardías porque ella vivía lejos y todas las mañanas se levantaba muy temprano y salía para la escuela a pie para ser una de las primeras en llegar.
Desde que la conozco cumple con su palabra como una elegante manera de predicar con el ejemplo.
Libia nunca falta a su trabajo. Solo se ausentó unos días luego del paso del huracán Ike por Las Tunas porque los fuertes vientos destruyeron parte de su modesta vivienda.
Entre las cosas que el ciclón no pudo llevarle estuvo la disposición de educar. Enseguida volvió al aula aún sin resolver los problemas constructivos de su casa. La preocupación iba más allá de sus necesidades. Le interesaba que sus alumnos no se atrasaran en las clases y vencieran los objetivos del plan de estudio.
Ahora ya se reciben los frutos. Gracias al empeño de una maestra sencilla y cariñosa mi hijo y otra veintena de condiscípulos aprendieron a leer y escribir.
Motivo de orgullo es esta maestra para el claustro del seminternado Toma de Las Tunas, donde labora cada día.
Orgullo que los padres traducimos en agradecimiento infinito a esa educadora que como tantas, poco a poco se convierten en parte de nuestra familia porque son más, son muy buenas en el desempeño de su profesión, porque buscan elegantes maneras de predicar con el ejemplo, las que nunca olvidamos por tener además el privilegio de ser la maestra de primer grado, la que enseña a leer y escribir.
Libia es sencilla, cariñosa. Los más de 20 años en el ejercicio de su profesión le permiten una envidiable combinación de sabiduría y experiencia.
Sus cabellos delatan un tanto ese caudal de conocimientos y su mediana estatura nada tiene en común con la grandeza de su obra.
Justo el primer día que la escuché hablar alertaba de la necesidad de ser disciplinados, que no admitía ausencias ni llegadas tardías porque ella vivía lejos y todas las mañanas se levantaba muy temprano y salía para la escuela a pie para ser una de las primeras en llegar.
Desde que la conozco cumple con su palabra como una elegante manera de predicar con el ejemplo.
Libia nunca falta a su trabajo. Solo se ausentó unos días luego del paso del huracán Ike por Las Tunas porque los fuertes vientos destruyeron parte de su modesta vivienda.
Entre las cosas que el ciclón no pudo llevarle estuvo la disposición de educar. Enseguida volvió al aula aún sin resolver los problemas constructivos de su casa. La preocupación iba más allá de sus necesidades. Le interesaba que sus alumnos no se atrasaran en las clases y vencieran los objetivos del plan de estudio.
Ahora ya se reciben los frutos. Gracias al empeño de una maestra sencilla y cariñosa mi hijo y otra veintena de condiscípulos aprendieron a leer y escribir.
Motivo de orgullo es esta maestra para el claustro del seminternado Toma de Las Tunas, donde labora cada día.
Orgullo que los padres traducimos en agradecimiento infinito a esa educadora que como tantas, poco a poco se convierten en parte de nuestra familia porque son más, son muy buenas en el desempeño de su profesión, porque buscan elegantes maneras de predicar con el ejemplo, las que nunca olvidamos por tener además el privilegio de ser la maestra de primer grado, la que enseña a leer y escribir.
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