Aquella madrugada del 8 de septiembre de 2008, cuando el huracán IKE azotó el territorio tunero, en mi casa varios de los familiares aseguraban que los árboles no resistirían los embates del ciclón.
Al sentir los fuertes vientos, la abuela siempre preocupada, afirmaba en relación con
En tanto, el temor de mi mamá era que la palma cercana cayera encima de la placa de la vivienda y la destruyera.
Al salir el sol comprobamos que el poderoso huracán no pudo tumbar ni la yagruma ni la palma. Ambas quedaron maltratadas, deshojadas, mustias; pero quedaron.
En similares condiciones se encontraban miles y miles de ejemplares de nuestra flora.
El huracán IKE o El Leñador como quedó bautizado en el lenguaje popular, acabó con muchísimos árboles; pero también hubo otros que resistieron y aunque fuertemente dañados, sobrevivieron.
Esos árboles que no fueron derribados por el huracán, al igual que nosotros lucharon por recuperarse y lo están logrando, al igual que nosotros.
Ahora se aprecian los retoños en unos, despuntan nuevas ramas en otros, se reponen, florecen…
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