sábado, 1 de febrero de 2014

Alguien más que la esposa de un General




Casi siempre cuando se habla de Brígida Zaldívar, suele referirse sencillamente que fue la esposa del mayor General Vicente García González.
Aún ratificando la validez de tal afirmación surgen inconformidades porque ante una mujer que tanto entregó es menester sacar a flote más que un nexo matrimonial.
Brígida Zaldívar Cisneros deviene paradigma para las mujeres cubanas. Por eso prefiero evocarla como lo que fue: una mambisa, una fémina inquebrantable.
Como aquella que estuvo encerrada por varios días junto a sus hijos en su propia casa, sin que los jefes del ejército español le permitieran el paso de alimento alguno.
Como la madre que en cautiverio vio morir a dos hijos y, no obstante mantuvo su firmeza y serenidad al no pedirle a su esposo que depusiera las armas.

Golpes tan duros como los de perder luego  a otro de sus descendientes contribuyeron a forjar carácter y voluntad de quien  marchó a la manigua y se incorporó al combate como enfermera. 
Sufrió además una  tenaz persecución y por tal motivo tuvo que emigrar a Nueva York, después a Jamaica y por último a Venezuela. En años de destierro pasó hambre, padeció quién sabe cuántos contratiempos en compañía de los hijos que le quedaban y hasta quedó sin visión.
Después de la Protesta de Baraguá, Vicente García se fue a reunir con ella. Entonces la viudez y el propósito de regresar  a Las Tunas para traer a su tierra natal los restos mortales de su compañero de toda la vida.
A la edad de 80 años, entre recuerdos, anhelos y añoranzas Brígida Zaldívar Cisneros dejó de existir físicamente y al mismo tiempo a renacer para orgullo de muchos tuneros que rinden honor  a esta patriota que compartió ideales, acciones y amores con otro grande de nuestras gestas independentistas. Dos seres unidos por las más nobles causas libertarias y cada uno artífice de heroicas hazañas.

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