Publicado en
Tiempo21 por Esnilda Romero Maña
Foto/Angel Luis Batista |
Las Tunas.-
La vivienda número 18 de la calle Joaquín Agüero en esta ciudad es bien
distinta a las demás.
La fantasía,
los sueños y el amor son atributos que marcan sus días y enlazan la vida de
seres humanos sin relación consanguínea, que viven como hermanos compartiendo
la luz y las ilusiones de cada nueva jornada.
En ella
adolescentes de hasta 18 años de edad cambian un pasado triste por la armónica
cotidianidad de la Casa de niños sin amparo filial inaugurada el 16 de abril de
1989, que dirige la master en educación Sonia Hernández Silva, la tía amorosa
como la llaman los pequeños.
Huérfanos o
hijos de padres alcohólicos o reclusos, enfermos mentales o que perdieron la
patria o madre potestad y otras razones dañaron el candor de sus vidas cuando
apenas comienza pero por suerte pasan a ser conflictos del pasado poco tiempo
después de integrarse a la nueva familia.
La casa posee
cuatro dormitorios: cocina, comedor, sala, saleta, patio interior y los medios
y efectos electrodomésticos necesarios para asegurar una convivencia fraterna.
En ella viven
hoy nueve niños que juegan rondas, arman y desarman rompecabezas, van a la
escuela, al parque infantil, ven televisión, escuchan cuentos, inventan
historias, sueñan, ríen y cantan acompañados por la profesionalidad y el amor
de un colectivo laboral que les vigila hasta el sueño y está formado por
educadores, auxiliares pedagógicas, trabajadora social y personal de servicio.
Yaimara, Juan
Carlos, Emmanuel, Luis Ángel, Juan Gabriel, Anabel y Aniet, son algunos de los
pequeños en quienes habitará por siempre, como grato recuerdo, su estancia en
la casa número 18 de la calle Joaquín Agüero de esta ciudad.
Sus nombres
pueden ser otros, no importa cómo se llamen, lo valioso y verdaderamente
importante es que existió en sus vidas una institución como esta que les
devolvió la luz y la esperanza que faltó alguna vez a sus días.
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