“! Cansa tanto la vida! En la calle nos debíamos quitar el sombrero cuando pasan los ancianos.”
José Martí.
Este primero de octubre se celebra el Día Internacional de las Personas de Edad, proclamado en diciembre de 1990 como seguimiento a las iniciativas de las Naciones Unidas.
Es así como se trata de reconocer la contribución de los adultos mayores al desarrollo humano y económico, además de resaltar las oportunidades y los retos asociados al envejecimiento demográfico mundial.
Datos de la Segunda Asamblea Mundial sobre Envejecimiento, revelan que el porcentaje de personas de 60 años o más en todo el mundo se duplicará y en el año 2050 igualará al de los niños.
Esta transición demográfica histórica hará que, por primera vez en la historia del hombre, los jóvenes y los viejos representen la misma proporción de la población e incluso en algunos países desarrollados, el número de personas de edad duplicará con creces al de los infantes.
Hoy para mi es un verdadero privilegio que mis abuelas estén vivas, de contar con ellas en este día para volver a escuchar por enésima vez sus historias o cualquier queja o regaño. Es bonito oirlas decir en mis tiempos esto, cuando yo era joven aquello...
Las dos están llenas de achaques, preocupaciones, refunfuñonas, olvidadizas; pero junto a nosotros.
En caracteres y estilos de vida son totalmente diferentes; sin embargo tienen en común el llevar a cuestas más de ocho décadas de existencia, lo cual les permite clasificar y con muy buen average entre las personas que conforman el numeroso grupo de adultos mayores.
Tanto para Ada como para María Cristina el llegar a la vejez supone trabajos, desvelos, alegrías, tristezas, experiencias. Representa sus propias vidas. Misión difícil que aprenden y nos enseñan a enfrentar.
Mis dos abuelas hoy forman parte de esa gran problemática que se ha dado en llamar envejecimiento poblacional, situación que entraña grandes necesidades en el proceso de transformación demográfica desde el punto de vista económico, biomédico y social.
Y es aquí, donde comienza la función de los que acumulamos menos almanaques. Nuestro hogar deviene un escenario y tal papel protagónico lo asumimos al solidarizarnos con los ancianos de nuestra familia.
Comprenderlos y ayudarlos es una tarea difícil, máxime para quienes tienen que lidiar a su vez con enfermedades y hasta con majaderías.
En mi caso lo asumo como un gesto de gratitud por el respeto que merecen mis abuelas, tanto Ada como María Cristina, a quienes les debo mi vida, las enseñanzas. A ellas les debo hasta la combinación de mis nombres.
Ada, tienes una suerte envidiable, al contar con tus dos abuelas, con una edad avanzada; pero, compartiendo, enseñando y ayudando a las generaciones que siguen. Ellas son parte de esa amplia población que vive y disfruta de la tercera y de lo que se ha dado en llamar cuarta edad. Me alegro mucho por ti.
ResponderEliminar