Por Yenima Díaz Velázquez
En Cuba
hay una misteriosa y cómplice relación entre las mujeres y las flores;
es algo mágico entre esos preciosos obsequios de la naturaleza y
nosotras, que aprovecho para destacar, por la celebración este 8 de
marzo del Día Internacional de la Mujer.
Realmente, no sé a qué
razón científica obedece. Tal vez sea el hecho de que la mayoría de las
cubanas tenemos un jardín, aunque a veces son minúsculos por razones de
espacio, y se limita a varias macetas de barro que cuidamos con cariño y
orgullo.
También hay lazos por aquello que dicen los hombres,
que una fémina embellece con una flor en el pelo, la ropa o la mano, y
por el aroma de las flores que siempre perfuma a su alrededor, tal como
hacemos nosotras.
Y porque es ese el mejor regalo que pueden
hacernos amistades y familiares, además de nuestros enamorados, quienes a
veces no conocen el lenguaje de las flores; pero, saben que en ellas va
el amor, el aprecio y la admiración y, por tanto, nos dan alegría.
Otro
aspecto es que muchas niñas son destinadas, gracias a sus nombres, a
estar siempre acompañadas de orquídeas, azucenas, iris, dalias, rosas,
acacias, adelfas, margaritas, violetas y muchas otras flores, casi
siempre ligadas a lo femenino y lo hermoso.
Por razones
científicas o por magia, lo cierto es que la mujeres y las flores
estamos muy unidas, como un secreto pacto, que nadie nos impuso y todas
hacemos valer.
Unas, por sus variados colores y formas,
embellecen el entorno. Las otras, alegramos la vida, sustentamos las
familias y garantizamos el futuro
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