martes, 29 de diciembre de 2015

Adiós 2015 y espérame 2016



Siempre que finaliza un calendario pareciera que una cortina imaginaria se corre dejando atrás problemas, tristezas y desánimos para emprender una nueva etapa con renovados bríos, muchos deseos de hacer y en el cual todo promete ser bueno y alegre.
Sin embargo, a medida que avanzan los días nos percatamos que varias dificultades de la cotidianidad todavía persisten, que aún tenemos preocupaciones, inquietudes o deseos de llorar por algo.
No obstante, el espíritu optimista inherente a los humanos, nos conserva firmes y perseverantes; tratando de encontrar soluciones prácticas ante los obstáculos que impone la propia existencia, de limar asperezas, aliviar las penas y mantenernos esperanzados.
Es así como las celebraciones del fin de año nos alientan a conquistar la plenitud en el plano familiar, laboral y social, sin tantas ambiciones, solo avizorando sueños realizables y metas alcanzables.
Faltan solo algunas horas para decir adiós al 2015 y recibir el 2016, tiempo de evaluar cuánto hemos hecho o nos falta por hacer, de nostalgia por las personas que ya no están y de alegría por los hijos, familiares y amigos que nos abrazan y besan justo a la medianoche o de aquellos que estando lejos nos recuerdan y lo hacen saber de cualquier modo.
Con tales empeños nos aproximamos a la última noche del año en el calendario gregoriano, víspera de Año Nuevo, que se conoce como la Nochevieja y comprende desde el 31 de diciembre hasta el 1 de enero.
Esta festividad, aunque ha ido evolucionando en sus costumbres y supersticiones, era acogida en la antigüedad con temor; pero en el presente suele caracterizarse por sus rituales alegres y jocosos que varían en dependencia de cada región.
El origen de esta fiesta se le atribuye a los romanos, para quienes el mes de enero estaba dedicado al dios Janus, representado con dos rostros: uno barbudo y viejo que mira al Oeste y otro joven con la vista al Este, con lo cual se significaba la despedida al año que se va y el saludo al que viene.
Para esta fecha en la antigua Roma era usual invitar a comer a los conocidos e intercambiar miel con dátiles e higos para que el período que iniciaba fuese dulce.
Esta vieja práctica penetró poco a poco en Europa, donde también con la finalidad de que el año entrante fuera dichoso, comenzaron a ofrecerse lentejas, como signo de prosperidad económica en el futuro.
La cena de Nochevieja se convirtió en una festividad de moda a principios del siglo XX. Desde entonces unos viticultores alicantinos iniciaron este rito para conseguir dar salida al excedente de la cosecha. Se introdujo entonces el hábito de comer una uva al compás de las doce campanadas del reloj y al ingerirlas no podía faltar la petición de un deseo.
En Cuba es este tiempo propicio para visitarnos, saludarnos y desearnos muchas cosas buenas, en el cual ya se hace habitual preparar platos tradicionales de nuestra cocina como el cerdo asado, el congrís, la yuca o el casabe. Además del brindis, sea con ron, vino o cerveza. Un tiempo para compartir con los seres que queremos y en el que no es casual que el vecino desde el patio de su casa nos eche una voz y nos desee paz, amor y prosperidad.
También resultan comunes los gestos solidarios con aquellos que no tienen recursos para su fiesta y se unen a la de los más cercanos. De tal modo se juntan recuentos, deseos, acciones y proyectos, en una especie de empezar otra vez, con más ganas y mayor experiencia.
En la celebración de la Nochevieja este 31 de diciembre volveremos a reafirmar propósitos para descubrir la felicidad en cualquier detalle de la vida que es, en definitiva, la mayor fortuna que poseemos.

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