Cada vez que finaliza un calendario pareciera que una cortina imaginaria se corre dejando atrás problemas, tristezas y desánimos para emprender un nuevo período con renovados bríos, muchos deseos de hacer y en el que todo promete ser alegría y felicidad.
Sin embargo, a medida que avanzan los días nos percatamos que muchas dificultades de la cotidianidad todavía persisten, que aún tenemos preocupaciones o deseos de llorar por algo. No obstante, es ese espíritu optimista de los seres humanos lo que nos mantiene firmes y perseverantes, tratando de encontrar solución ante los obstáculos, de limar asperezas, de aliviar las penas y mantenernos esperanzados.
Es así como las celebraciones del fin de año nos recuerdan las oportunidades de alcanzar la felicidad en el plano familiar, laboral y social. En esta época recordamos a los amigos que están lejos y le hacemos saber que pensamos en ellos mediante una llamada o un mensaje a través del correo electrónico. Es este tiempo propicio para visitarnos, saludarnos y desearnos muchas cosas buenas.
Faltan solo horas para decir adiós al 2011 y recibir el 2012, tiempo de recordar cuánto hemos hecho o nos falta por hacer, de nostalgia por los familiares que ya no están junto a nosotros, de alegría por nuestros hijos que nos abrazan y besan justo a las doce de la noche, del vecino que desde el patio de su casa nos echa una voz y nos desea paz, amor y prosperidad, de gestos solidarios con aquellos que no tienen recursos para su fiesta y se unen a la de los más cercanos…
De tal modo se juntan recuentos y proyectos, en una especie de empezar otra vez, con más ganas y mayor experiencia. En la celebración de la noche vieja este 31 de diciembre volveremos a brindar con la motivación de alcanzar propósitos y descubrir la felicidad en cada detalle de la vida, que es en definitiva nuestra mayor fortuna.
Sin embargo, a medida que avanzan los días nos percatamos que muchas dificultades de la cotidianidad todavía persisten, que aún tenemos preocupaciones o deseos de llorar por algo. No obstante, es ese espíritu optimista de los seres humanos lo que nos mantiene firmes y perseverantes, tratando de encontrar solución ante los obstáculos, de limar asperezas, de aliviar las penas y mantenernos esperanzados.
Es así como las celebraciones del fin de año nos recuerdan las oportunidades de alcanzar la felicidad en el plano familiar, laboral y social. En esta época recordamos a los amigos que están lejos y le hacemos saber que pensamos en ellos mediante una llamada o un mensaje a través del correo electrónico. Es este tiempo propicio para visitarnos, saludarnos y desearnos muchas cosas buenas.
Faltan solo horas para decir adiós al 2011 y recibir el 2012, tiempo de recordar cuánto hemos hecho o nos falta por hacer, de nostalgia por los familiares que ya no están junto a nosotros, de alegría por nuestros hijos que nos abrazan y besan justo a las doce de la noche, del vecino que desde el patio de su casa nos echa una voz y nos desea paz, amor y prosperidad, de gestos solidarios con aquellos que no tienen recursos para su fiesta y se unen a la de los más cercanos…
De tal modo se juntan recuentos y proyectos, en una especie de empezar otra vez, con más ganas y mayor experiencia. En la celebración de la noche vieja este 31 de diciembre volveremos a brindar con la motivación de alcanzar propósitos y descubrir la felicidad en cada detalle de la vida, que es en definitiva nuestra mayor fortuna.
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